A lo largo de sus 81 años, Hugo Ginel supo ganarse el respeto de propios y de extraños, por lo que edificó dentro y fuera del campo de juego. Con cada palabra deja ver la lucidez que la vida reserva para los elegidos. “Dios siempre fue hincha mío, salvó aquel día que se llevó a mi hijo Harold (N. de la R.: falleció en un accidente de tránsito, el 18 de julio de 1994). Ese día me desamparó y me rompió el alma”, asegura.
Un brillo especial ilumina al inolvidable lateral izquierdo de Atlético cuando, por iniciativa de LG Deportiva, este empieza a desandar los caminos del recuerdo.
- ¿Cómo inició tu carrera futbolística?
- A los 14 años mis padres me internaron en el colegio San Cayetano. Allí, los curas azules organizaban torneos de fútbol infantil. Con un equipo del colegio enfrentamos a Atlético en el Monumental, por una de las semifinales de los campeonatos “Evita”, que organizaba el gobierno peronista. Ese día, los directivos “decanos” me hablaron para que fuera a jugar en las infantiles del club. Allí empezó todo.
- ¿Es cierto que comenzaste como volante central?
- En mi colegio jugaba de “5”. Cuando llegué a Atlético, el equipo de mi categoría ya estaba armado, “Chalín”, el técnico de entonces, me dijo que el único puesto que quedaba vacante entre los titulares era el de lateral izquierdo; y como yo quería jugar acepté el desafío. A partir de allí, siempre jugué en ese puesto, salvo un día que jugamos la final nacional de la categoría, en Buenos Aires: durante el partido se lesionó el que jugaba de “2”, y el técnico me pasó a ese puesto.
- ¿En qué año debutaste en la Primera?
- En 1955, en un clásico. En aquellos tiempos, estaba la Primera, la Cuarta, la Quinta y la Sexta. Yo tuve la dicha de pasar de esa última división a Primera. Mi primer técnico en esa categoría fue nada menos que Alberto Fassora. Desde ese tiempo la suerte estuvo de mi parte, porque ese año Atlético se había quedado sin “2”, y lo trajo al “Gallego” García, que jugaba en All Boys, a cambio de los “3” de la Primera y de la Cuarta (Toledo y Cancino). Entonces me pusieron a mí directamente y nunca más dejé la titularidad. Ese día marqué a Francisco Sosa, un puntero derecho que después se fue a jugar a Boca.
- ¿Y cuándo te retiraste?
- En 1968, también ante San Martín. Pero esa vez jugue de “6”. Lo marqué a Guillermo Luna, el popular “Gaucho”.
- Hay un viejo dilema, acerca de si el fútbol de antes fue mejor que el actual, o al revés. ¿Qué opinás?
- Es equivocado buscar un paralelismo entre ambas épocas. Al que me dice que el fútbol de antes era mejor le respondo que todo era distinto a lo que se vive actualmente. ¿Qué tiene que ver un hijo de antes con uno de ahora? Antes, nuestros padres nos inculcaban conducta, honradez, disciplina, amor, cumplimiento. Hoy no ocurre eso, porque hay un materialismo que te mata, en todos los órdenes. Todos nos sentimos acreedores, y creemos que los otros son los deudores; y los otros piensan lo mismo de nosotros.
- ¿Qué significó Atlético en tu vida?
- En mi vida deportiva, todo. Así de simple. Mi vida tiene tres pilares: mis padres; mis hijos y mi señora, y el fútbol. Jugando a la pelota logré cosas impensadas para un chico de 14 años que vivía en un paraje de Ranchillos, lejos del gran ruido. En 1953, el fútbol me dio la posibilidad de compartir, junto a mis compañeros de las infantiles de Atlético, un almuerzo con el general Juan Domingo Perón.
- ¿Recordás alguna anécdota especial de ese almuerzo con Perón?
- Estábamos saludando a Perón en el campo de juego del estadio de River, donde jugamos la final, cuando Pastor González, que jugaba de “4”, sacó del bolsillo una carta, que recibió su edecán. En el vestuario le preguntamos qué decía la carta, y nos contó que le pedía trabajo. Al mes de haber regresado a Tucumán, lo llamaron para que trabaje como cartero. Y de eso se terminó jubilando.
- ¿Qué equipos marcaron tu carrera?
- Los que peinamos canas reconocemos dos equipos imbatibles: ese infantil de 1954 y aquel de 1958, que formaba con el “Negro” García; Acosta y yo; Amaya, Graneros y “Juanito” Martínez; Canceco, Tejerina, Domingo Rodríguez, Soria y González. Ni en ese momento ni hoy puedo entender cómo fue que Central Norte nos ganó los dos partidos.